Opinión | República Dominicana y el nuevo mapa turístico de América Latina

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Por Melvinson Almánzar
www.visitantes.do

Mientras Estados Unidos atraviesa una de sus fases más inciertas en términos económicos y políticos, los países de América Latina y el Caribe están dando un paso audaz y estratégico: dejar de ser meros receptores de turistas del norte para convertirse en protagonistas de un turismo más regional, integrado y resiliente. Y en este escenario transformador, la República Dominicana se está posicionando como uno de los líderes indiscutibles.

El modelo turístico tradicional —altamente dependiente del viajero estadounidense— está dando paso a una visión más amplia y autosuficiente. No se trata de cerrar puertas, sino de abrir nuevas: fortalecer el turismo intrarregional, atraer inversiones locales, diversificar la conectividad aérea y marítima, y construir una infraestructura pensada no solo para recibir visitantes, sino para impulsar el desarrollo sostenible.

En esta nueva dinámica, la República Dominicana destaca no solo por su capacidad hotelera —con casi la mitad de las 10,000 habitaciones actualmente en construcción en el Caribe—, sino por su firme apuesta a la modernización portuaria, la expansión de rutas de cruceros interregionales y la cooperación regional estratégica.

Superar la dependencia como imperativo económico

Durante décadas, el turismo dominicano creció bajo la lógica de que Estados Unidos era el corazón del negocio. Y si bien ese vínculo sigue siendo valioso, hoy el país entiende que poner todos los huevos en la misma canasta no es viable en un mundo pospandémico, volátil y geopolíticamente frágil.

Por eso, en lugar de reaccionar ante las crisis externas, el país ha comenzado a anticiparse. La estrategia es clara: fomentar alianzas regionales, invertir en infraestructura resiliente y ampliar la base de visitantes desde América Latina y el Caribe. El turismo dominicano ya no solo se mide en cifras de ocupación, sino en su capacidad de resistir y adaptarse.

Infraestructura y visión regional

Desde la modernización de puertos como el de Puerto Plata y la Romana hasta el desarrollo de proyectos hoteleros de alto nivel en Samaná y Miches, la República Dominicana está apostando a un turismo de futuro. Pero más allá del cemento y el concreto, lo que realmente está construyendo el país es una nueva forma de entender el turismo: como herramienta de integración, equidad y desarrollo sostenible.

En alianza con países como Colombia, México, Costa Rica y Brasil, la isla caribeña forma parte de una red que prioriza la conectividad regional, la inversión inteligente y la cooperación institucional. Es un bloque que se fortalece con cada vuelo directo que se inaugura entre capitales latinoamericanas, con cada crucero que conecta varias costas del sur y con cada estrategia conjunta de promoción turística.

La resiliencia no es un lujo, es una necesidad

Esta transformación no solo responde a una coyuntura. Es una visión de largo plazo. Si algo nos enseñó la pandemia es que depender de un solo mercado es un riesgo. Hoy, la República Dominicana lidera el cambio porque entiende que la resiliencia no es solo resistir: es construir un sistema turístico más justo, más equitativo y menos vulnerable.

Con la expansión del turismo interno, la profesionalización del sector y el fomento de destinos emergentes dentro del país, la República Dominicana no solo fortalece su economía, sino que democratiza el acceso a sus beneficios. El turismo ya no es solo para grandes marcas o enclaves de lujo; es también para comunidades locales, pequeños emprendedores y jóvenes que ven en esta industria una oportunidad de crecimiento.

Conclusión: de isla receptora a nodo estratégico

El Caribe ya no puede darse el lujo de esperar a que las grandes potencias estabilicen sus mercados. Hoy, países como República Dominicana demuestran que es posible ser parte de un nuevo mapa turístico latinoamericano, uno más integrado, fuerte y autosuficiente. La incertidumbre global dejó de ser una amenaza para convertirse en la chispa de una transformación histórica.

En ese contexto, nuestra nación no es solo un destino hermoso. Es un modelo en construcción, un referente de resiliencia y liderazgo, y sobre todo, una prueba viva de que el futuro del turismo en América Latina y el Caribe ya comenzó… y pasa por casa.

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