En Cap Cana, St. Regis trae su estilo exclusivo a la costa dominicana.
A menudo he descubierto que el mayor desafío al viajar es encontrar un resort que equilibre las ofertas familiares con experiencias verdaderamente lujosas. En un viaje reciente a The St. Regis Cap Cana Resort ( marriott.com ) con mi familia, descubrí ese equilibrio. El resort, que marca el esperado debut de St. Regis en el Caribe, se extiende a lo largo de una de las costas más codiciadas de República Dominicana, donde la sofisticación histórica de la marca se fusiona con el vibrante patrimonio cultural de la isla. Desde el momento en que llegamos, quedó claro que este era un lugar cuidadosamente diseñado para familias, donde los niños pueden explorar y jugar, pero cada detalle, desde el alojamiento hasta la gastronomía, refleja la refinada elegancia que define a St. Regis.
La visión del resort comienza con el terreno mismo. Al entrar, nos cautivó de inmediato la arquitectura y los interiores inspirados en el espectacular paisaje de Cap Cana. Playas bordeadas de palmeras, acantilados escarpados y el infinito horizonte caribeño se reflejan en todo el espacio, creando una propiedad con una atmósfera moderna e inconfundiblemente dominicana. Como familia, nos sentimos conectados al instante con la naturaleza: la piedra natural, las maderas cálidas y los acabados texturizados armonizan con el entorno, mientras que los amplios espacios abiertos enmarcan las vistas que invitan a la luz del sol y la brisa marina al interior.
Me impresionó especialmente el homenaje del resort a la isla: la muñeca sin rostro . Este icónico símbolo dominicano representa la unidad y la diversidad: sus vibrantes colores reflejan la tierra, la ornamentación captura el espíritu de la gente y su figura sin rostro pertenece a todos. Entretejida por todo el resort, es más que una simple decoración; es un recordatorio del rico legado cultural de la isla y un símbolo de transformación.
La narrativa se extiende a cada detalle. El spa refleja la esculpida costa con su interacción de agua y piedra, ofreciendo tratamientos con ingredientes botánicos locales. Las habitaciones cuentan con azulejos de piedra personalizados y acabados artesanales que honran la artesanía dominicana, mientras que las amplias curvas del salón de puros evocan el humo que se eleva contra un atardecer caribeño. En todas partes, forma y función convergen en una sola idea: la tierra transformada en arte y la cultura elevada a través del diseño.
Los alojamientos también combinan paisaje y lujo. Cada una de las 200 habitaciones y 36 suites tiene vistas al mar, y algunas opciones cuentan con piscinas privadas que difuminan la distinción entre el interior y el exterior. La Suite Presidencial, de 557 metros cuadrados, se asemeja más a una finca privada, con sus múltiples terrazas que enmarcan el horizonte desde el amanecer hasta el anochecer. En el interior, una paleta de azules marinos, tonos neutros arenosos y texturas naturales se integran tanto con el paisaje marino circundante como con el gusto del viajero por la elegancia discreta.
Las experiencias culinarias transmiten la misma sensación de pertenencia. Nos atrajo NINA, el restaurante estrella del resort, del chef Diego Muñoz, donde los sabores latinoamericanos se reinventan mediante técnicas innovadoras que realzan los ingredientes regionales. Cielo Mío, el restaurante en la azotea, se convirtió en nuestro lugar favorito para disfrutar de las puestas de sol al amanecer, con su original versión del clásico bloody mary, el «Quisqueya Mary», que combina ron dominicano y plátano frito.

Justo al otro lado del resort, es difícil no ver el impresionante campo de golf Punta Espada, diseñado por Jack Nicklaus, que ofrece un juego de primera clase en fairways frente al mar. De vuelta en el resort, nuestra familia disfrutó de actividades interactivas, programas culturales y experiencias compartidas que revitalizaron la isla. Un momento destacado fue la divertida colaboración con la marca de la Riviera Francesa Vilebrequin, cuyos pareos, trajes de baño y accesorios a rayas capturaron a la perfección el espíritu relajado y dinámico del resort.
Juntos, estos elementos dieron forma a algo más que una escapada de lujo. Para nosotros, The St. Regis Cap Cana se convirtió en una narrativa de herencia y horizonte, donde la cultura, el diseño y los rituales atemporales de la marca convergen para redefinir el lujo caribeño para viajeros de todas las edades.